En esta época de más calor hay algunas plantas que lo aprovechan para alcanzar su máximo grado de floración. Un ejemplo de ello son las labiadas y, en nuestro clima mediterráneo continental, las lavandas.
En la Sierra de Guadarrama las más abundantes son Lavandula pedunculata (= Lavandula stoechas var. pedunculata), conocida popularmente como cantueso. Este arbusto puede llegar a alcanzar hasta 1 metro de altura en zonas soleadas, pobres y secas formando los cantuesales. Sus numerosos tallos cuadrangulares, cubiertos de numerosos pelos le dan un color blanquecino. Sus flores hermafroditas en espiga se sitúan en los extremos superiores de largos pedúnculos sin hojas y con un característico penacho de brácteas superiores de color violáceo. Estas flores de color morado y de agradable olor atraen a una gran cantidad de insectos polinizadores, por lo que es considerada planta melífera. Sus aceites esenciales se han destilado para la obtención de perfumes siendo utilizadas además en medicina popular contra la fiebre, afecciones de pecho y bronquios.
No hay que confundir el cantueso con la lavanda (Lavandula angustifolia) que de forma natural solo se encuentra en el noreste de la Península especialmente en Aragón y cuya subespecie angustifolia ha sido cultivada en agricultura para la obtención de perfumes de lavanda, aunque actualmente su cultivo ha sido sustituido por los híbridos denominados lavardines procedentes de Francia de crecimiento más rápido y con mayor cantidad de aceites esenciales.
Otra lavándula que se encuentra en la Comunidad de Madrid, más abundante al sureste, es Lavandula latifolia, el espliego. Se diferencia fácilmente del cantueso por tener hojas en los tallos floríferos, espigas menos densas y en verticilos y, por supuesto, sin el penacho de brácteas que singulariza al cantueso.