Cada año cruzan nuestra Península unas 200 especies de aves migratorias. Unas, lo hacen para pasar el invierno entre nosotros y cuando se eleva la temperatura, se trasladan a emparejarse y a criar al norte de Europa llegando hasta Escandinavia y Siberia. La mayoría son especies acuáticas y las más comunes de ver en la Sierra de Guadarrama son ánades (Anas strepera), porrones (Aythya ferina y Aythya fuligula), cormoranes (Phalacrocorax carbo), andarríos grande (Tringa ochropus), etc.
Otras vienen de África y utilizan la Península para criar en primavera-verano o como escala para volar al resto de Europa.
El paso del Estrecho puede acumular a más de un millón de aves de las cuales aproximadamente 450.000 son especies planeadoras como rapaces: buitres (Gyps fulvus y Aegypius monachus), milanos negros (Milvus migrans), águilas culebreras (Circaetus gallicus), abejeros (Pernis apivorus), águilas calzadas (Hieraaetus pennatus), etc. y, el resto, paseriformes, pájaros mucho más pequeños que necesitan la fuerza de su aleteo para cubrir las distancias. Algunos que podemos contemplar en nuestra Sierra son oropéndolas (Oriolus oriolus), Alcaudones (Lanius senator), aviones (Delichon urbicum), golondrinas (Hirundo rustica), vencejos (Apus apus), ruiseñores (Luscinia megarhynchos), etc.
Según el ornitólogo Pablo Ortega, presidente del Grupo de Anillamiento Tumbabuey del Campo de Gibraltar (Cádiz) “el 40% de las especies emigrantes presentan signos de declive producidos en algunos casos por las actividades humanas como la utilización de productos químicos en la agricultura o la desaparición de los humedales”.