Todos los años en verano se busca la canción representativa de esta estación. En nuestros campos esta canción la produce un insecto hemíptero que en pleno estío, cuando la temperatura adquiere sus máximos valores, llena de sonidos los calurosos días.
La cigarra o chicharra (Cicada orni) mide entre 1,5 y 6 cm. de longitud. Su cuerpo es de un tono semejante al de las ramas y troncos donde se alimentan de su savia y, con sus alas transparentes, se camuflan perfectamente de sus depredadores.
Pero las chicharras no cantan, estridulan. Es decir, el sonido no lo hacen con la boca sino con unos sacos de aire situados en el abdomen que se hinchan-deshinchan y a través de unas membranas, producen el sonido. Este sonido no es monocorde, adquiriendo diversos tonos, dependiendo si es para atraer sexualmente a las hembras (pueden captar el sonido a un kilómetro de distancia ya que tienen un tímpano muy grande y evolucionado); para marcar el territorio a sus competidores o como señal de alarma ante depredadores.
Cuando la cigarra o chicharra deja de estridular es que el verano está a punto de acabar.