Con los primeros calores de la primavera, aparecen en nuestros montes y bosques, un manto blanco que, a distancia, parecería una inesperada nevada primaveral. Las jaras, especialmente Cistus ladanifer y Cistus laurifolius, abren sus grandes pétalos blancos para que una multitud de insectos, especialmente coleópteros, puedan polinizar sus flores.
La jara pringosa (Cistus ladanifer) se caracteriza por tener una sustancia pegajosa, el ládano, que es una resina que inhibe el crecimiento de otras plantas. Utilizado antiguamente en la medicina popular, es usado en perfumería como fijador del aroma en la piel.
Algunas de las flores tienen 5 manchas de color rojizo en la base de los pétalos, pudiendo aparecer en la misma planta flores blancas y manchadas, denominándose esta variedad maculatus.
La jara estepa o de hoja de laurel (Cistus laurifolius), ocupa pisos más elevados aunque puede haber jarales mixtos e, incluso, hibridación entre las dos especies. Su principal característica es la hoja verde oscura, algo rizada, muy parecida al laurel y la corteza de su tronco se desprende en tiras.
Las jaras necesitan calor para poder diseminar sus numerosas semillas. El fruto, que es una cápsula, se abre en diversas valvas con las altas temperaturas y expulsa las semillas que colonizan cualquier suelo degradado. Por ejemplo, son unas de las primeras especies en brotar después de un incendio.